No sé si conocéis Extremadura. A mi no deja de sorprenderme cada vez que la vamos conociendo un poco más. De pequeña no la apreciaba demasiado. Siempre fui de paisajes más verdes intensos, y el verde oliva siempre me pareció triste. Unido al calor infernal que pasaba cada verano cuando iba a ver a mis abuelos… nunca fue una tierra que me apasionara. Por no hablar de las cuestas que había. Estaba acostumbrada a bicicletear en la llanura castellana abulense, y tanta subida y bajada me volvían loca.
Hace unos años, mis padres decidieron irse a vivir al pueblo, Valdelacasa de Tajo. Su marcha significó visitas más constantes y desestacionalizadas, es decir, se acabaron las visitas en verano, para sustituirlas por rutas primaverales u otoñales, donde los colores del paisaje nada tienen que ver con el secarral amarillo de Agosto que yo recordaba.
Además, coincidió con un cambio personal en el que me convertí en una sibarita a la caza continua de la buena vida (que se ha ido acrecentando con los años 🙂 ). Y mis vacaciones en Extremadura me la proporcionaban: paseos campestres disfrutando del paisaje y de las flores, patrimonio, y mucho, picnics multitudinarias o barbacoas al aire libre (por esa barbacoa han pasado cochinillos, corderos, pulpo, navajas o migas, entre otros), largas siestas en hamacas bajo la sombra, aperitivos en la plaza del pueblo… como veis no lo pasamos nada mal 😉
En el viaje WOM a Extremadura queremos transmitir lo que para nosotras significa Extremadura: amabilidad, hospitalidad y sencillez. Que junto a un patrimonio cultural y natural exquisito, y una gastronomía gourmet, hacen de esta tierra un destino increíble.
Tres días no dan para mucho, y por ver, hay infinitas opciones, pero la idea de este viaje es vivir su ruralidad pausadamente, disfrutando de la posibilidad de hacer unas migas en una era con las mujeres del pueblo, o de coger las aceitunas en familia como se ha hecho toda la vida, con aperitivo y picnic incluido.
Lo que no quiere decir que no vayamos a disfrutar del hermoso Monasterio de Guadalupe o de los diversos parajes del Geoparque de las Villuercas. Oleremos el intenso olor de la jara o del cantueso, cogeremos castañas y degustaremos el aceite recién “exprimido”.
Y por supuesto no nos olvidaremos de mirar al cielo, porque al menos nosotras, que somos de ciudad, nos quedamos anonadadas cada vez que alzamos la cabeza y vemos miles y millones de estrellas que nos olvidamos que existen.
La casa donde dormiremos es una antigua posada rehabilitada. Era la posada de mi bisabuela Castora.
Mi madre siempre me cuenta historias sobre su infancia y lo que recuerda de aquella casa, que era que siempre estaba llena de forasteros, comerciantes y gente de paso que con los años se fueron haciendo amigos. Es una de las cosas que más echa de menos. Esa hospitalidad que no permitía cerrar las puertas a nadie. Todo el mundo era bienvenido, independientemente de que fuera una posada y se dedicaran a ello. Era la cultura de la España y del pueblo de aquel momento. Es un poco la idea que queremos conseguir con este viaje. El retorno a esa hospitalidad rural, que en las ciudades se ha perdido, a la filosofía de compartir, de abrir puertas, de transmitir tradiciones o intercambiar recuerdos. Y que mientras hacemos todo eso, lo pasemos genial y hagamos amistades que ojalá duren mucho tiempo.
Queremos ofreceros tiempo para relajaros, para comunicaros con las mujeres que os acompañan o para aprender nuevas recetas de cocina de las que luego chulear cuando tengáis invitados. El ritmo lo marcáis vosotras y nuestro objetivo es únicamente vuestro disfrute y el hacerlos sentir como en casa.
¡Todas sois bienvenidas a conocer esta preciosa tierra!
Buenas tardes, teneis algun viaje por extremadura, para ver los cerezos en flor, Caceres, Guadalupe, es una region de España que no conozco y me gustaria hacerlo, con tranquilidad. Gracias
Hola, Olga:
Si, tenemos un viaje por Extremadura: Guadalupe, Trujillo y Cáceres, así que estupendo!. Te paso el enlace con el programa del viaje: https://womviajes.com/travel/extremadura/